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Publications Fabelo, La Pintura Como un Ejercicio Provocador Fabelo, La Pintura Como un Ejercicio Provocador
http://pintarte.org/cronicas 05/28/2004

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Fabelo, La Pintura Como un Ejercicio Provocador

La Habana, (PL) El pintor cubano Roberto Fabelo se reveló como un provocador absoluto en su muestra más reciente, Un poco de mi, abierta al público en el edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes y en la que, a manera de antesala, irrumpe una mesa tendida para un ilusorio banquete. Apenas el espectador da los primeros pasos, se siente sumergido de lleno en ese convite fabuloso, seductor: la mesa está servida y los platos enormes, trabajados en un aluminio envejecido, esperan pacientes, con su escolta de cucharas y tenedores, a veces torcidos, y cuchillos de tosca textura sobre cuyo filo serpentea de pronto una figura humana en precario equilibrio.
Otra cuchara está repleta de residuos óseos de animales, y en la de más allá burbujea un apretado haz de cubiertos diminutos. Hay cacerolas vueltas al revés, jarros, cafeteras -uno de los objetos recurrentes en el discurso expresivo del artista-, un tenedor anudado con pequeños lazos rojos y negros, emblemas de la vida y la muerte.
Y un plato hondo remedo de un Mar interior-así se titula-, un muro circular como ese que rodea las aguas habaneras, muro infinito, resguardador. El mar lo deslumbró desde que llegó por primera vez a la capital. Venía de tierra adentro.
Fabelo parece estar invitándonos a comer algo satánico, a penetrar en su mundo poblado a partes iguales por ángeles y demonios fundidos, aquellos que lo han acompañado siempre, dijo el Ministro de Cultura cubano, Abel Prieto, al inaugurar la exposición que calificó como un acontecimiento trascendente en el universo artístico de la Isla. Está en un momento de plena madurez -agregó-, en una fase renovadora, compleja, diversa pero siempre coherente.
La instalación refulge a contramarcha del aire gastado, envejecido a voluntad, que el creador confirió -con la sabiduría que le es propia-, al aluminio, el plástico, la tela, a los materiales con los que trabajó y en los que brillan ráfagas de ese humor con el cual mira en derredor y se mira a sí mismo.
Después se entra a la Sala del tercer piso del Museo para asomarnos a esa suerte de repaso de su obra que hace al mezclar piezas de 1999 a la fecha, desde aquellos Nuevos fragmentos vitales, elaborados cuando sucumbió a la fascinación del papel kraft, -con su crudeza, con sus rasgaduras, sus desgarramientos-.
Están también los retablos de aquella serie llamada Pequeño teatro del absurdo, reveladora de monstruosidades morales, lo grotesco y lo dramático, lo irónico y lo reflexivo. Los retratos multiplicados, la serie Naturaleza casi viva, casi muerta. El plato con la taza rematada por un espejo como un pozo para asomarnos a nuestro propio destino.
El hilo conductor de la exposición, en la que vibra la maestría de la línea que lo define, es el drama del consumismo y la supervivencia a partir de presupuestos téoricos en los que se evidencian preocupaciones ecológicas y un llamado a la subsistencia de la sociedad.
Fabelo desdoblándose, regalando un poco de sí mismo, iluminándonos con su talento, haciéndonos partícipes de un juego de aportaciones mutuas, enriquecedoras. Un artista que convierte la técnica en una sirvienta dócil, presta a los más disímiles desafíos, renovándose sin traicionar las indagaciones que lo han incitado durante todos estos años.
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